LAS FALACIAS DE LA AGRICULTURA Y EL LIBRE COMERCIO

09-01-2008
Luis Hernández Navarro
La Jornada

Los productores y el agro marchan bien, dicen desde el poder. Alberto Cárdenas, el secretario de Agricultura conocido como El dos neuronas por su deslumbrante inteligencia, asegura que el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) ha traído más beneficios que males. La aseveración es falsa. Las cifras así lo muestran.

Según información del Departamento de Agricultura estadunidense (USDA, por sus siglas en inglés), la balanza comercial agroalimentaria entre México y Estados Unidos es claramente deficitaria para nuestro país. Así ha sido año tras año desde el inicio del TLCAN. Hasta octubre de 2007 las importaciones mexicanas sumaban más de 10 mil 487 millones de dólares, mientras las exportaciones apenas alcanzaban 8 mil 479 millones de dólares.

Lo mismo ha sucedido desde 1994. Las compras nacionales de productos agroalimentarios a nuestro vecino fueron de casi 10 mil 881 millones de dólares en 2006 y las ventas llegaron a 9 mil 390 millones de dólares. Durante 2005 importamos 9 mil 429 millones de dólares y exportamos 8 mil 330 millones de dólares.

Las cifras no son peores gracias a la cerveza. Convertida en nuestro principal producto agroalimentario de exportación, su éxito no le debe nada al TLCAN. Las ventas mexicanas de la bebida alcohólica en Estados Unidos durante 2005 sobrepasaron los mil 300 millones de dólares. Representaron 18 por ciento del total de las exportaciones alimentarias nacionales del sector hacia su principal socio comercial.

Las ventas de cerveza, vegetales y frutas concentran las tres cuartas partes de las exportaciones de México hacia su vecino del norte. Los tomates son el segundo producto agroalimentario de exportación y los pimientos el tercero. Limones, papayas, mangos, pepinos, espárragos frescos y verduras congeladas le siguen en importancia.

Granos, oleaginosas, carnes y productos derivados concentran las tres cuartas partes de las importaciones agroalimentarias mexicanas de Estados Unidos. Aunque se asegura que muchas de estas compras buscan cubrir un déficit de los agricultores mexicanos, centenares de toneladas de maíz, soya, sorgo, arroz y trigo han llegado a los mercados mexicanos con precios por debajo de sus costos reales de producción, dañando gravemente la planta productiva nacional. El impacto entre campesinos y agricultores ha sido devastador.

Un caso, entre otros más, es el del arroz. México es el primer destino de las exportaciones estadunidenses de este cereal. En un momento en el que los grandes agricultores de ese país han perdido importantes mercados en India, Tailandia y África subsahariana, el acceso preferencial al mercado mexicano avalado por el TLCAN ha servido al imperio como la tabla de salvación que ha hundido a los productores nacionales.

El TLCAN ha impulsado la inversión extranjera directa en las cadenas agroalimentarias mexicanas. De acuerdo con la Secretaría de Economía, tan sólo entre enero de 1999 y junio de 2006 este sector recibió inversiones por 11 mil 700 millones de dólares, de los cuales casi la mitad proviene de la patria del Tío Sam. Las estadísticas estadunidenses señalan que en 2005 la inversión de esa nación en la industria alimenticia, excluyendo la producción agrícola y las bebidas, era de casi 3 mil millones de dólares.

Estas inversiones son importantes en las empresas que comercializan granos, elaboran harinas y tortillas, así como en el procesamiento de carne. Por ejemplo, de las tres compañías que controlan casi 50 por ciento del mercado avícola en México, dos son grandes consorcios estadunidenses.

Las compañías multinacionales de base estadunidense establecidas en México tuvieron aquí ventas por 6 mil 100 millones de dólares, casi el doble del valor de las exportaciones de alimentos procesados provenientes del país de las barras y las estrellas. La mayoría de las marcas más conocidas en el otro lado se comercializan dentro de nuestro territorio.

La dieta de los mexicanos se ha transformado aceleradamente a raíz del TLCAN y de la enorme presencia de gigantes corporativos como Wal-Mart, Cotsco y Sam’s Club en las cadenas minoristas. Ningún médico se atrevería a decir que este cambio en el patrón de consumo ha sido para bien de la población.

Pero el secretario de Agricultura no es el único que en estos días falta a la verdad. Es falso, como afirma Fidel Herrera, gobernador de Veracruz, que la negociación del capítulo agropecuario del TLCAN haya sido correcta, pero las medidas que se tomaron posteriormente hayan sido malas. Por supuesto, las políticas de compensación, reconversión y fomento a la productividad que debieron acompañar la firma del acuerdo han sido pésimas, pero la negociación del tratado fue desastrosa para el país, para el campo y para los campesinos.

Cuando menos, México podía haber dejado el maíz y el frijol fuera del trato. Canadá y Estados Unidos excluyeron de su pacto lácteos, cacahuates, mantequilla de maní, algodón, azúcar, pollos, pavos, huevos y margarina. Pero el gobierno de Carlos Salinas no quiso hacerlo y metió maíz y frijol a la mesa de negociación con el objetivo de forzar, por esta vía, el drenado de la población rural hacia las ciudades.

Es equivocado suponer que ya nada puede hacerse, salvo pelear por quedarse con la bolsa del programa especial para paliar los efectos de la liberalización comercial. El capítulo agropecuario del tratado es renegociable, más aún si forma parte de la agenda bilateral sobre migración y narcotráfico.

No tiene sustento afirmar que lo peor de la apertura comercial en el agro ya pasó. No, al menos, en la percepción de su población. Los tiempos de la sociedad rural, la forma en la que se procesa en ella la acción reivindicatoria, poco tienen que ver con los de las dinámicas de la tecnoburocracia neoliberal y las coyunturas electorales o legislativas de los políticos.
El libre comercio en el campo ha causado severos estragos en el mundo campesino. Más temprano que tarde los labriegos pasarán la cuenta.

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JARDINERÍA PARA EVITAR EL CÁNCER

Ciencia y Técnica
Salud Por: Martha Duhne (COMO VES)
Fecha publicación: 10/01/2008
Los genes y el ambiente afectan las probabilidades de padecer cáncer. Ahora parece que también lo hacen las actividades cotidianas. Michele R. Forman y sus colegas, investigadores del Departamento de Epidemiología Anderson de la Universidad de Texas, descubrieron que trabajar en el jardín una o dos veces por semana y comer ensaladas verdes cuatro o más veces reduce significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, tanto en fumadores como en no fumadores.

Forman explicó que eligió estudiar el consumo de ensaladas y la jardinería porque “la ensalada está relacionada con el consumo de verduras y cuidar las plantas del jardín es una actividad que pueden realizar tanto fumadores como no fumadores”. En realidad cualquier ejercicio tendría resultados similares. Con estos elementos, Forman desarrolló un modelo de predicción de riesgos que le permitió examinar los efectos de la dieta y el ejercicio en la posibilidad de desarrollar cáncer de pulmón. El estudio se aplicó a 3 800 participantes, tanto personas con cáncer de pulmón como otras que no padecían la enfermedad, fumadores, ex-fumadores y personas que nunca habían fumado.

Los resultados demuestran que los ex fumadores tienen probabilidades 45% menores de desarrollar cáncer de pulmón si consumen verduras y realizan algún tipo de ejercicio regularmente. Los fumadores que comen verduras tienen probabilidades 50% menores de desarrollar este tipo de cáncer que los fumadores que no las incluyen en su dieta diaria; y los que hacen ejercicio, 33% menos probabilidades que los sedentarios. De acuerdo con Forman, que presentó los resultados de su investigación en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Investigación en Cáncer, celebrada el 7 de diciembre en Filadelfia, Estados Unidos, “Este es el primer modelo predictivo que examina los efectos de la dieta y la actividad física en el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón”.

http://www.argenpress.info/nota.asp?num=050817&Parte=0

LA DEPREDACIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES

La nueva fiebre del oro
Sylvia Ubal. AmericaLatina.

El planeta que habitamos es el hogar que debemos cuidar y compartir y en consecuencia se trata de administrar un patrimonio que hemos heredado y que debemos preservar para las generaciones futuras. Los estragos ecológicos y económicos que desde hace ya más de una década vienen desencadenando la promoción minera La nueva fiebre del oro y de otros metales codiciados está sembrando la destrucción de los territorios y de los pueblos que los habitan. Desde las montañas mexicanas hasta el extremo sur de Tierra del Fuego esta sufriendo el rigor del fenómeno más asolador que haya generado la mano del hombre sobre la espina dorsal de los pueblos latinoamericanos. La industria minería tiene una larga historia por ejemplo el subsuelo mexicano uno de los motivos de la conquista en el siglo XVI ha sido también señalada como una de las causas del estallido de la Revolución mexicana en 1910 hoy más de 1,500 empresas canadienses tienen una presencia en México y otras 3,100 están dando pasos para realizar en breve su primera transacción en este país. Los informes de la actual industria minera exigen el debilitamiento de los derechos laborales y el amordazamiento de los movimientos sociales como requisitos para que prosperen sus proyectos mineros tanto en México como en otros países La "estabilidad política" que reclaman las empresas en su mayoría canadienses no es la estabilidad social sino que se trata del control con mano dura de los movimientos sociales, de la militarización del campo y el desplazamiento de las comunidades locales como se viene dando en este país para permitir la implementación y la protección de las inversiones corporativas. En Guatemala los depredadores que enfrentan los pueblos mayas en los departamentos de Huehuetenango, Quetzaltenango, El Quiché, San Marcos, Sololá y Totonicapán son las mismas trasnacionales de la minería a cielo abierto que, con métodos similares, actúan en toda la región, pretendiendo extraer oro y plata mediante el método de demoler montañas con explosivos, dejando sin agua a las comunidades aledañas, contaminando el suelo, el agua y el aire con el letal cianuro para retirarse luego dejando tras de sí solo desolación y ruinas.En El Salvador el Ministerio de Economía, extendió 28 licencias de exploración a varias empresas extranjeras, entre éstas las canadienses Pacific Rim y Martinique Minerals, que están buscando oro y plata en la zona norte del país. Sin embargo algunos políticos han levantado su voz para evitar que esos proyectos prosperen argumentando que la estrechez territorial, la densidad poblacional y la cercanía de los recursos hídricos, son factores que hacen inviable la minería metálica en el país sugiriendo incluso a las comunidades afectadas no vender sus terrenos a la compañías mineras. En Panamá se denuncian las graves consecuencias ecológicas, sociales, laborales y culturales dejadas en el país por los proyectos de minería que responden a los intereses de lucro de las empresas transnacionales y distorsionan las verdaderas actividades productivas y económicas de las comunidades indígenas. Prueba de ello son la contaminación del río San Félix, su fauna y su flora, con azufre, cianuro y ácido sulfúrico, además del riesgo para las actividades ganaderas y agrícolas de la región, la pérdida del uso de enormes cantidades de territorio, como resultado de los depósitos de materiales y tierra extraídos de las minas; dándole carácter nacional a la contaminación sobre una parte importante del territorio, debido a las explotaciones y al reducido tamaño del país. Según el economista William Hughes, "por muy 'sana' y 'limpia' que sea la tecnología usada, las implicaciones sobre el medio ambiente de este tipo de proyectos, son dramáticas, y decir lo contrario es simplemente un engaño". En Colombia en el Encuentro Nacional Agrominero Interétnico (campesinos, afrocolombianos, indígenas y trabajadores sindicalizados de la minería), procedentes del Sur de Bolívar, Catatumbo (Norte de Santander), Cauca, Nariño, Risaralda, Caldas y Antioquia, manifestaron en contra de “la legislación minera que el Estado ha venido desarrollando desde 1996, creada bajo la asesoría de abogados y organizaciones al servicio de las transnacionales” denunciando al mismo tiempo que “estas políticas gubernamentales, plantean una negación al libre desarrollo, equilibrado y sostenible, en donde la libre disposición de los recursos naturales, es entregada a intereses foráneos”. En Ecuador las actividades de las transnacionales mineras y de las hidroeléctricas privadas están causando una aguda conflictividad social. Amenazan la vida y el ambiente, desplazan comunidades, se apropian de extensos territorios, de las aguas, de la biodiversidad y desequilibran la seguridad y soberanía alimentaría de las poblaciones afectadas. En Perú, y Bolivia países de mayor tradición minera, se encuentra actualmente contaminada: las cuencas de los ríos lagunas y lagos, las zona agrícola del Valle del Mantaro, etc., especialmente por los relaves, botaderos de desmontes, sedimentos, rebase de las canchas de relaves, agua ácida de las minas, aguas servidas, dispersión de los contaminantes secos por el aire y otros tóxicos, que eliminan sin ningún tratamiento al aire, suelo y a los recursos hídricos. En la Oroya, no solo se detectan en la población el niveles de plomo en la sangre de los habitantes de la zona son superiores a los admitidos sino que los ríos como el Mantaro son cloacas de las compañías mineras; se trata de un río muerto en un 100% y profundamente contaminado, especialmente por metales pesados: 4 veces más de los permitido en cobre y cadmio, en plomo 13 veces más, en hierro más de 30 veces llegando en ciertas épocas del año a más de 160 veces más de lo permitido Con esta agua tremendamente contaminada se está irrigando la zona agrícola del Valle. Chile y Argentina con uno de los más ambiciosos y destructivos proyectos del continente. El denominado Pascua-Lama montado sobre los glaciares y las altas cumbres andinas gracias al incalificable Tratado sobre Integración y Complementación Minera, firmado en el año 2000 por los entonces presidentes de Chile y Argentina “destinado a facilitar el desarrollo de diversas actividades en el ámbito económico y, entre ellas, el estímulo a las inversiones recíprocas y a la complementación y coordinación para el desarrollo del sector minero” y a “asegurar el aprovechamiento conjunto de los recursos mineros que se encuentren en las zonas fronterizas de los dos países. Propiciando especialmente, la constitución de empresas entre nacionales y sociedades de ambos países y la facilitación del tránsito de los equipamientos, servicios mineros y personal adecuado a través de la frontera común” y que ha desencadenado un atractivo negocio para las transnacionales mineras que allí operan sin limitaciones de ninguna de las partes y que constituyen la peor amenaza a los sistemas socioeconómico y ecológicos. Las comunidades vienen reclamando con tenacidad la suspensión de las actividades mineras y aunque sus logros son aún pequeños es de esperar que adquieran fuerza suficiente como para contrarrestar la intromisión de intereses ajenos. Debemos destacar que el proceso de cianuro para la extracción de oro no puede ser aceptado, por los irreversibles daños que esto ocasiona al ecosistema. Considerando la economía, la conservación del agua, y la protección de la naturaleza, las minas de oro usando cianuro a cielo abierto no están autorizadas por las leyes de Alemania y de la Comunidad Económica Europea. La explotación minera a gran escala produce un impacto directo en el suelo, flora, fauna y agua. En la fase de exploración, se abren caminos, se derriban bosques primarios, intervienen maquinarias utilizando combustibles contaminantes. En la explotación se utilizan químicos como el cianuro o el mercurio para separar el oro de otros minerales de la naturaleza, que directamente se depositan en los cursos fluviales. Fuente: Barómetro Internacional (Venezuela)

AUMENTO DE PRECIOS DE LOS ALIMENTOS MARCARÁ EL 2008

RAFAEL CONTRERAS

El aumento de los precios de los alimentos y la escasez de algunos productos agrícolas, seguirá siendo un problema preocupante en el 2008 para los 854 millones de hambrientos del planeta.
A este sombrío panorama se suma el uso de los alimentos para producir biocombustibles.
Esta tesis se desprende de las últimas evaluaciones hechas por economistas y especialistas sobre la materia, que se sumaron esta semana a un diagnóstico poco halagador de la FAO, quien lanzó un llamamiento contra la hambruna en el mundo.
Durante una conferencia de prensa en Roma, el director de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf, advirtió que este flagelo "amenaza la seguridad alimentaria de millones de personas, en particular a los países más pobres del mundo".
La FAO estima además, que los Países de Bajos Ingresos con Déficit de Alimentación (PBIDA) pagaron por alimentos importados un 25% más que el año anterior, esto es una cifra de varias decenas de miles de millones de dólares.
Los cálculos más alarmantes se refieren a productos básicos como el trigo, cuya cosecha del año 2007 es considerada la peor desde 1998.
Pero no solo los sectores considerados más vulnerables se vieron afectados en el 2007. En varios países, el alza de precios afectó costumbres culinarias consideradas ancestrales.
Mientras en México se registraron varias manifestaciones en protesta por el incremento en el precio de la tortilla, los italianos declararon a mediados de la semana una huelga sin pastas, y en Alemania hubo quejas por el precio de una jarra de cerveza.
Pero, el trago más amargo del año que concluyó fue la brusca subida de las materias primas, que aumentaron un 40% en relación con el 2006.
Los pronósticos para el 2008 no son nada halagüeños, ya que los expertos calculan una existencia de 420 millones de toneladas, la más baja desde 1983, por lo que bien podrá pensarse ya en un incremento del hambre para el llamado Tercer Mundo, cuya población requiere de un aporte calórico diario dependiente de los productos a base de cereales, como el arroz o el maíz, por ejemplo.
A esta situación se sumará este año la profundización de la política norteamericana de los biocombustibles a partir de cultivos como el maíz.
Hoy en Estados Unidos, el 30% de la producción del grano se destina a biocombustibles, dijo recientemente Frank Messias, profesor y economista de la Universidad de Columbia.
Subrayó que si se aumenta el precio del maíz, automáticamente también sube el costo de los alimentos de aquellos animales que el hombre consume y cuya dieta incluye ese grano.
Según datos de la FAO, desde el 2003 se duplicó el uso de maíz para biocombustibles y prevén que la demanda aumentará 12 veces hasta el 2016.
La economista jefe de la FAO, Concepción Calpe, dijo a la prensa que existen elementos fundamentales que indican que se van a mantener los precios altos por lo menos otros 10 años. (PL)
http://www.granma.cubaweb.cu/2008/01/12/interna/artic01.html

Los nuevos siervos de la gleba

Mark Sommer
IPS 25 10 07


Los estadounidenses disfrutan de una ventaja en su economía personal pues pagan por los alimentos que consumen menos que cualquier otra nación. En cambio, esos alimentos baratos son considerablemente caros para la salud, la seguridad, los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores, en amplia mayoría inmigrantes, que producen tales alimentos en Estados Unidos.
El sistema industrial que suministra esos alimentos está implicado en la utilización de mano de obra barata y se aprovecha de la poca rigurosa aplicación de las ya débiles normas laborales, lo que significa a menudo peligrosas condiciones de trabajo, abusos físicos y sexuales que en casos extremos han sido comparados a una moderna esclavitud.
En algunos aspectos, las condiciones laborales para estos trabajadores son apenas algo mejor que las documentadas por el periodista Edward R. Murrow hace medio siglo, cuando reveló la existencia en Estados Unidos de una hasta entonces desconocida clase marginal de trabajadores inmigrantes que debían soportar explotaciones de todo tipo durante las cosechas de tomates a mediados de los años 50 en Immokalee, Florida.
Allí, como en muchas otras partes en Estados Unidos, inmigrantes desarraigados, en su gran mayoría de América Central, cosechaban productos alimenticios que ellos mismos no estaban en condiciones de comprar.
Actualmente, la misma región es el escenario de una lucha épica de los trabajadores inmigrantes en reclamo de unas condiciones decentes de trabajo. Esos trabajadores viven en promedio unos 49 años, mientras que el promedio de vida de los estadounidenses es de 78 años. El ingreso medio anual es de sólo 7.500 dólares -6.500 en Florida- en tanto que el ingreso familiar medio en Estados Unidos es de 48.000 dólares.
Si se tiene en cuenta la inflación, el ingreso de los trabajadores inmigrantes cayó en 60% en los pasados 20 años. Cada año, 20.000 trabajadores rurales requieren tratamiento médico por envenenamiento agudo causado por los pesticidas y muchos otros casos no son denunciados.
El granjero no es el gran ganador en este sistema.
Mientras que los agricultores de Florida reciben 10 dólares por un cajón de 25 libras de tomates, los recolectores reciben 45 centavos por 32 libras, o sea menos del 5% de lo que obtienen los granjeros. Sin embargo, el granjero no es el gran ganador en este sistema. Las grandes cadenas de comida rápida ejercen una intensa presión hacia abajo en el pago a los granjeros, quienes a su vez recortan los salarios de los trabajadores para mantener su propio margen de ganancia.
De frente a esas sombrías realidades, a principios de los años 90 un grupo de trabajadores agrícolas de Florida que se autodenominó “Coalition of Immokalee Workers” (CIW) comenzó a organizarse. Por medio de paros parciales y huelgas generales, en 1998 los trabajadores de Immokalee obtuvieron de las industrias del alimento aumentos de entre 13 y 25%. Una serie de campañas altamente publicitadas tuvo éxito en persuadir a Taco Bell, Pizza Hut, Mac Donald’s y otras empresas a aumentar en un centavo por libra el pago a los trabajadores de Immokalee.
Sin embargo, para otorgar condiciones de subsistencia plena a los trabajadores inmigrantes hará falta más que un poco de aumento salarial. Requerirá un cambio sistémico. No sólo se deberán pagar salarios dignos a los trabajadores rurales sino que además las normas gubernamentales deben llevar las prácticas laborales agrícolas a la altura de los estándares de los derechos humanos globales.
Sistema global de producción de alimentos; grandes costos escondidos
Éste no es sólo un problema de Estados Unidos. En un cada vez más integrado sistema global de producción de alimentos, los consumidores ricos en América del Norte y Europa se han acostumbrado a aguardar bajos precios en los alimentos. Pero esos precios, que son bajos para ellos, tienen grandes costos escondidos en materia de combustibles y transporte, de devastación ambiental, de explotación de los trabajadores y de conflictos sociales.
Gran parte de los alimentos que llegan a nuestras mesas en Estados Unidos han sido cultivados y cosechados en lugares distantes por agricultores marginales que reciben una minúscula porción de lo que nosotros pagamos por esos productos. Expulsados de sus tierras por los tremendamente bajos precios de las materias primas terminan por agolparse en las ciudades del mundo en desarrollo en busca de trabajo.
Al fracasar, su desesperación se convierte en un caldo de cultivo para la delincuencia o para movimientos extremistas. Nuestra abundancia no debe ser construida sobre la base de su indigencia.
El fabricante de automóviles Henry Ford, un capitalista que actuaba en su propio interés, entendió este principio elemental cuando insistió en pagar a sus trabajadores lo suficiente como para que pudieran comprar los automóviles que construían. ¿Cuánto queremos pagar por los alimentos que comemos para asegurar que aquellos cuyo trabajo trae esa comida a nuestras mesas reciban un pago suficiente como para que también la puedan comer?
Mark Sommer, es el director del programa radial internacional ‘A World of possibilities’.

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Cambio climático-Campesinos pobres son parte de la solución

25-10-2007
Ramesh Jaura
IPS


Los pobres de las zonas rurales del mundo son los más perjudicados por el cambio climático, pero sus preocupaciones no están en el centro del debate público, opinó el sueco Lennart Bage, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) en Roma.
Sin embargo, Bage es optimista en cuanto a que la 13 Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizará en diciembre en la isla indonesia de Bali, enviará "un fuerte mensaje diciendo que nos preocupamos por la difícil situación de los pobres de las áreas rurales".
Aparentemente, su esperanza no carece de fundamento. El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, les pidió a Bage y a altos representantes de otras agencias del foro mundial que proporcionaran insumos para las discusiones intergubernamentales sobre cambio climático.
Bage conversó con IPS durante una visita que realizó a Berlín.
IPS: -- El cambio climático estuvo en el centro de la reunión de alto nivel convocada por Ban a fines de septiembre en la sede de la ONU y en una conferencia organizada por el presidente estadounidense, George W. Bush. ¿Considera que la situación de los pobres de las áreas rurales fue abordada de modo adecuado?

Lennart Bage: -- No.
-- Entonces, ¿cómo subrayaría las preocupaciones de ese sector de la población?
-- Tenemos alrededor de 3.000 millones de personas viviendo en áreas rurales de países en desarrollo. Eso es casi la mitad de la población del mundo. Dos mil 500 millones están involucrados en la agricultura. Mil 500 millones son cultivadores a pequeña escala. Más de 1.000 millones viven con menos de un dólar por día. De los 1.000 millones que viven en la pobreza absoluta, 800 millones residen en zonas rurales.
Esto retrata la magnitud del desafío del desarrollo en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio. Eso requiere mucha más atención, muchos más recursos y muchas más inversiones. Pero en términos de cambio climático uno tiene que darse cuenta de que estas personas --los más pobres, los más vulnerables, que viven en áreas muy vulnerables al cambio climático-- serán quienes más sufrirán. Ellos tendrán el mayor desafío para convertirse en más resistentes y manejar un cambio climático profundo.
-- ¿Eso significa que la brecha entre los países en desarrollo e industrializados se ampliará más?
-- Yo espero que la comunidad mundial vea no sólo la necesidad de erradicar la pobreza para alcanzar los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio (establecidos en 2000 con 2015 como plazo), sino también para invertir mucho más en las áreas rurales.
Ese imperativo ha estado allí durante mucho tiempo. Pero el hecho es que la ayuda oficial para el desarrollo (ODA) brindada al sector agrícola ha caído de modo constante. (Desde fines de los años 80 y a través de los 90, equivalió a apenas 7.500 millones de dólares, o 14 por ciento de la ODA total, comparada con casi 15.000 millones de dólares, o 25 por ciento de la ODA de 10 años antes).
-- ¿A qué obedece esa caída tan marcada?
-- Ésa es una muy buena pregunta. Para el FIDA, estamos 100 por ciento de nuestro mandato involucrados en el desarrollo de la agricultura. También nos preguntamos por qué el mundo no ha visto la terrible situación de 1.000 millones de personas. Probablemente porque ellas no viven en áreas urbanas.
-- ¿El FIDA hizo suficiente para atraer la atención de la comunidad internacional hacia los pobres rurales?
-- Ciertamente deberíamos haber hecho más para ello. Lo intentamos. Pero no se los vio, ni oyó, ni se invirtió en ellos.
-- ¿Y ahora qué, en vistas del cambio climático?
-- Los pobres que viven en áreas rurales son los más vulnerables a los efectos del cambio climático. Son los menos capaces de adaptarse y hacerle frente. Viven en tierra ecológicamente frágil: montañas, áreas costeras y desiertos. Dependen de sectores vulnerables, como la agricultura, la pesca y la silvicultura. También carecen de capacidad institucional y financiera para protegerse.
-- ¿Qué debería hacerse?
-- Tenemos que comprender que, hasta ahora, los esfuerzos para asistir a los pobres se centraron en ayudarlos a adaptarse al inevitable cambio climático. Pero también que los pobres de las áreas rurales pueden ser socios de la comunidad mundial en los esfuerzos para la mitigación del fenómeno. Pueden cumplir servicios enormes en la administración de los recursos, en el desarrollo de la agricultura y en el manejo de los bosques. Debemos habilitarlos a ser parte de la solución. Éste es el gran desafío.
En vista de esto, espero que las negociaciones sobre cambio climático desarrollen los medios para compensar a los agricultores por sus servicios, administrando los recursos naturales y la manera en que estos mitigan el cambio climático.
-- Compensar, ¿en qué sentido?
-- Hay mecanismos financieros que son probados y desarrollados a fin de dar incentivos para mitigar el cambio climático. Así que el punto es hallar un mecanismo que sea suficiente y recompense los esfuerzos que ellos hacen.
-- ¿Los esfuerzos para qué?
-- Para mantener los bosques, para cultivar alimentos de un modo sostenible.
-- Usted está en el cargo desde hace más de seis años. ¿Hay algo que haya aprendido en esos años intensos al frente del FIDA?
-- Primero que nada, esto confirmó mi creencia de que el punto de inicio de todo acontecimiento para la erradicación de la pobreza son los propios pobres --hombres y mujeres pobres, comunidades pobres--, que es donde uno tiene las energías, la dedicación y la determinación de trabajar por una vida mejor.
También es donde uno obtiene el conocimiento de las necesidades, para que comiencen las soluciones. Lo que deberíamos hacer es ayudar a los pobres en sus aspiraciones. Mil 500 millones de pequeños agricultores son un valor para el mundo, porque ellos pueden alimentar al mundo. Ellos pueden ser parte de una solución con su dedicación, con ingresos. Necesitamos apoyarlos, invertir en sus prioridades.

-- ¿Esto es reconocido por las instituciones internacionales y multilaterales?
-- Tal vez en los discursos. Muy a menudo nuestro sistema se basa en expertos del Norte industrializado. Nosotros podemos contribuir. Pero el punto de inicio tiene que ser el conocimiento de los habitantes del Sur.
-- Eso significa que el desarrollo es un proceso que ocurre en el lugar. Pero las instituciones multilaterales, los expertos del Norte, ¿realmente están acompasando los acontecimientos y procesos en el sitio donde ocurren?
-- Necesitamos asistir, no hablar. Escuchar, comprender, ser humildes en cuanto a nuestra propia falta de conocimiento, para darnos cuenta de que el desarrollo no es simplemente unidimensional. Es complejo, está mucho más anclado en sociedades ricas en cultura y patrimonio. La nuestra es una ayuda donde se necesitan inversiones, préstamos, educación, financiamiento, introduciendo nuevas herramientas para abrir el potencial de la producción a través de las finanzas rurales.
Hay muchas herramientas, pero tienen que usarse, tienen que ser diseñadas y reunidas en programas con los usuarios.
-- ¿Qué significa la coordinación de donantes?
-- Pero no se trata de una cosa o la otra. El punto de inicio no es la coordinación de donantes, sino la coordinación con los pobres que se beneficiarán. Y luego tenemos que coordinar entre los donantes, para que haya coherencia.
-- A nivel de la Unión Europea a menudo se habla sobre la necesidad de una mejor coordinación de donantes. ¿Cómo funciona eso dentro de las instituciones multilaterales? ¿Está usted satisfecho con eso?
-- Bueno, la coordinación siempre puede ser mejor. Pienso que mejoró significativamente en los últimos años, a través de la Declaración de París (acordada en marzo de 2005 entre 100 ministros de gobiernos, presidentes de agencias y otros altos funcionarios).
En el FIDA trabajamos con una amplia gama de socios en la comunidad internacional para el desarrollo. Estos incluyen a otras agencias de la ONU, para aumentar la efectividad de los esfuerzos globales por el desarrollo. Nuestros otros muchos socios en países y comunidades incluyen a gobiernos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones basadas en la comunidad y los propios habitantes pobres de las zonas rurales.
-- ¿Qué mensaje para los pobres espera usted que surja de la conferencia mundial sobre cambio climático que tendrá lugar en diciembre en Bali?
-- Espero que haya un fuerte mensaje diciendo que nos preocupamos por la difícil situación de los pobres de las áreas rurales, que vemos sus necesidades no solamente para la adaptación, sino que también los vemos como fuertes socios para la mitigación, y que su trabajo y su potencial son reconocidos

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